Sagrado y adorado, misterio indescifrable, historias y leyendas de buena y mala suerte.
Este vino es fruto de recuperar una parcela de cepas de más de 80 años que habían sido abandonadas por su dueño, un viticultor al que llamaban “el Gato”. Cepas viejas, de pie franco, con poco vigor pero con años de experiencia, capaces todavía de dar unos pocos racimos, aún mantienen entre ellas el espíritu sigiloso de el Gato, que en su día las vio crecer.
Adorado en algunas tradiciones, y temido en otras muchas culturas, el gato despierta en nosotros muy distintas reacciones. Es un animal con un simbolismo complejo, especialmente ambivalente.
Como gato que es, nos fascina por su elegancia, por su fuerza, por su destreza, por su agilidad, por su capacidad de caer siempre de pie, por su potencia de salto que le permite sortear casi cualquier obstáculo… Sin embargo, no es raro que nos incomode su independencia, su libertad egoísta, su astucia, la crueldad e inteligencia que demuestra durante la caza… Y su color negro.
El negro es, en definitiva, el color propio del inconsciente y su sombra… capaz de lo mejor y lo peor.