Permitámonos huir de lo clásico, ser joviales y desenfadados, intentar llegar a un público menos solemne a la hora de beber, a quien le guste disfrutar de un vino sin complicaciones pero apreciando su calidad y atraído por una etiqueta cuyo color vivo y tipografía moderna le hace esbozar una sonrisa.
Por eso, en esta ocasión apuesto por un nombre atrevido, un elemento que surge de la zona donde crece el viñedo pero a la vez es un utensilio de cocina totalmente descontextualizado: “El Colador”, del que hacemos nuestra su principal función: filtrar, quedarse con lo mejor.